Texto: Igone Mariezkurrena (CB Nanga Parbat)
Muhammad Ali ‘Sadpara’ (Sadpara, 1977) es el escalador más fuerte con el que cuenta actualmente Pakistán. A falta del K2, ha subido, entre otros, a lo más alto de cuatro de los cinco ochomiles del país (Broad Peak, Nanga Parbat, G1 y G2) y ha protagonizado otras muchas escaladas que bien merecen ser reconocidas: en 2006 llegó en solitario a la cima del Spantik (7.027m) tras abrir una nueva vía; en invierno de 2008 y 2010 equipó para los polacos la ruta del Broad Peak hasta su C3; y en 2012 hizo lo suyo entre los campos 2 y 3 del G1 invernal: fijó el Couloir de los Japoneses.
Natural de Sadpara, pueblo al que debe su sobrenombre, hasta 2000 se ganó la vida viajando a Baluchistán para extraer mármol que después vendía en Carachi. En 1999 un amigo le habló por primera vez de “unas montañas enormes y nevadas” que desconocía a pesar de su cercanía pero que quiso contemplar con sus propios ojos atraído por la belleza que prometían. Así comenzó a portear a los campos base, hasta que en 2004 pasó a escalar como porteador de altura para una expedición coreana en el K2. Desde entonces, lleva a sus espaldas dieciocho expediciones, cuatro de ellas invernales, y una visión algo diferente de la de sus clientes. Hombre amable, curtido donde los haya y de quien sorprende conocer su edad, afirma observar preocupado cómo los sherpas acaparan el 80% del negocio en Pakistán, y acusa a su Club Alpino de indiferencia e inmovilismo.
Alex Txikon se refiere a ti como el verdadero líder de esta expedición, puesto que conoces mejor que bien esta montaña: es la cuarta vez que escalas en ella, y la has coronado en dos ocasiones. ¿Cuáles son las características propias del Nanga Parbat en comparación a otros ‘ochomiles’?
Más allá del hecho de ser conocida como la ‘Montaña Asesina’ por la cantidad de vidas que se ha cobrado, creo que la diferencia es considerable, y reside en que el nivel de exigencia técnica es más constante y prolongado en el Nanga que en otras montañas de más de ocho mil metros. Aquí, a partir del C1, hasta el C2 y el C3, el terreno es inclinado y muy complicado; hielo vivo, roca, terreno mixto, algunas piedras que caen sobre todo en verano… esta montaña no da tregua, uno no puede permitirse bajar la guardia. Otros retos como el K2 o el G1 también implican mucha destreza técnica, por supuesto, pero las dificultades se concentran en tramos concretos bien identificados.
Este es tu primer intento invernal aquí. ¿Cómo o en qué cambia la montaña de una estación a otra?
Es como pasar del día a la noche. Es cierto que algunos peligros como el desprendimiento de rocas o grandes aludes desaparecen porque ahora todo está más sellado por las bajas temperaturas, a pesar de que día a día somos testigos de cómo otras rutas, o los Macenos por ejemplo, no dejan de escupir nieve. Sin embargo, en invierno el Nanga está más helado que nevado, y ello nos lleva a equipar todo, metro a metro, desde el C1 hasta el C3, quizás también algo desde el C3 al C4; calculamos que en total serán unos 3.500 metros de cuerda que, por supuesto, hay que ir cargando a lo largo de los diferentes campos. En verano puedes ascender algunos largos sin fijar, los mismos que ahora, a pesar de no ser muy empinados, resultarían fatales en caso de resbalar en el hielo. Esto unido al frío constante, al viento y a la inestabilidad meteorológica, hace que las horas de escalada en invierno sean menos amables y la vida en el campo base menos confortable.
Eres un hombre experimentado en expediciones invernales. ¿Cuáles son las claves para el éxito en la época más fría del año?
No cambian tanto las claves sino el nivel de meticulosidad respecto a ellas. En invierno como en verano o primavera, es importantísimo no precipitarse y tomarse el tiempo necesario para aclimatar correctamente, también es necesario trazar una buena estrategia, ser cuidadoso a cada paso o movimiento, y acertar con los días, por supuesto. La gran diferencia consiste en que, en invierno, el mínimo error te puede llevar a pagar el precio más caro, por eso el nivel de alerta debe ser constantemente mayor.
De acuerdo a las características del grupo que conformáis y las condiciones que os habéis encontrado arriba, ¿Cuál crees que será el aspecto más complicado?
Los comienzos han sido quizás un poco caóticos hasta que los iranís –Mahmood Hashemi, Iraj Maani y Reza Bahadorani–, el italiano –Daniele Nardi–, Alex Txikon y nosotros mismos –Ali ‘Sadpara’ y Muhammad Kan– nos hemos fusionado como grupo y hemos establecido un calendario de trabajo siempre dependiente del tiempo. Ahora bien, es cierto que para la próxima incursión, de cara al ataque a cumbre, no todos partimos en igualdad de condiciones: Daniele, Alex y yo pasamos dos noches en el C2 (6.100m) y una en el C3 (6.700m). Los iranís tan solo han llegado al C2. De todas formas, inshala –si Dios quiere–, la expedición será exitosa y llegaremos a la cima.
Tú escalas a cambio de dinero, es tu trabajo claro; pero la montaña es, sobre todo, tu pasión, ¿verdad?
Sí, lo cierto es que siempre me he sentido feliz en estas montañas, desde aquella primera vez en que supe de su existencia y trabajé como porteador sentí el deseo de escalarlas. Ahora mismo podría hacer dinero algo más fácil en Sadpara –pueblo natal– o en Skardu –principal núcleo de su área–, o incluso en Islamabad, pero yo me siento feliz aquí.
Supongo que también habrá aspectos de esto que no te gusten…
Creo que son mis familiares, mi madre, mi mujer los que le ven más pegas a esto –sonríe–… Para mí es maravilloso poder estar ahora aquí, rodeado de rocas inmensas, nieve y hielo. Por eso muchas veces me enfada la actitud de algunos compañeros, muchos, que muestran pereza ante el trabajo, falta de motivación y compromiso, solo ganas de que la expedición de turno termine para cobrar y volver a casa, a sentarse… Creo que nos deja en muy mal lugar al resto de los escaladores y porteadores de altura paquistaníes, por su puesto cierra las puertas a las generaciones jóvenes y hace que los himalayistas y amantes de la montaña que nos visitan se lleven una mala imagen de Pakistán y de los del norte en particular, como gente no válida para el trabajo que de nosotros se espera.
¿Crees que ello explica por qué cada vez más sherpas trabajan en Pakistán?
Claro. Yo he visto a los sherpas trabajar; fijar hasta el C1, hasta el 2, hasta el 3… subir cuerdas, comida, ayudar a los clientes, comprometerse con ellos… Aunque no todos, la mayoría son hombres fuertes que no quieren ni pueden estar sentados en el Campo Base. Les gusta escalar, nunca les duele nada, y por eso se están llevando el 80% del negocio en Pakistán, pronto será el 100%. Al mismo tiempo, muchos compañeros míos se limitan a estar sentados en casa, comiendo arroz blanco, esperando durante un año entero y viendo cómo nadie les requiere, sin darse cuenta de que es su propia actitud la que aleja clientes potenciales.
¿Qué consecuencias conlleva todo esto?
En las áreas del norte, el 50% de la economía depende de las expediciones y los grupos de trekking, así que el daño es tremendo. Gracias al dinero que yo gano, por ejemplo, mi familia tiene comida y un hogar, mis cuatro hijos pueden estudiar, y también contamos con una parcela de tierra que podemos labrar para obtener vegetales que vendemos cuando no me llega ninguna oferta de trabajo. Pero todo se desmoronaría si nadie contratara mis servicios, que es precisamente lo que está ocurriendo en el seno de muchas familias.
¿Quién o qué puede hacer cambiar esta situación?
Creo que el principal responsable es el Club Alpino de Pakistán, que no muestra interés alguno por sus escaladores, ni por mejorar sus habilidades y sus condiciones de trabajo. ¡El Club Alpino de Pakistán no conoce a sus ochomilistas! He alcanzado la cima del Nanga Parbat en dos ocasiones, el Broad Peak, G1, G2… pero el presidente de nuestro Club no sabe quién es Ali ‘Sadpara’. Yo he aprendido a escalar trabajando, porteando en altura. El año pasado pude recibir un pequeño curso de apenas tres días en Skardu, pero soy consciente de que el 100% de lo que sé hacer en la montaña lo he aprendido por mi cuenta, el Club jamás ha aportado nada al respecto. Sin ir más lejos, el año pasado dos amigos, buenos escaladores, fuertes, tuvieron que marchar a Nepal para poder formarse un poco más. De manera que la mayoría de los locales que trabajan aquí en Pakistán son hombres que saben poco o nada de alpinismo y de escalar, no son escaladores. A pesar de tenerlas tan cerca, tampoco yo sabía que estas montañas existían hasta que empecé como porteador; en Pakistán ni las radios ni la prensa informa de nada de esto, son lugares y actividades desconocidas para la mayoría. ¡Cómo vamos a pretender que las expediciones que vienen del extranjero inviertan el dinero en nosotros! Incluso los que vivimos esto con pasión y llevamos una camino importante recorrido nos vemos afectados por la mala reputación de la que te hablaba.
A lo largo de quince años has trabajado para infinidad de clientes de diferentes nacionalidades. Habitualmente, ¿cuál es el trato?
En cuanto al trato personal, diría que he vivido de todo: hay quien te trata de igual a igual, los menos; y hay quien te ignora en la montaña por el mero hecho de ser paquistaní a pesar de contar con mucha más experiencia, y además marca las distancias en el campo base, los más, el 99%. Sin embargo, en lo referente a la consideración por el trabajo realizado o incluso a su transcendencia mediática, por desgracia, la invisibilidad total y absoluta domina en el 100% de los casos; mi labor es siempre invisible. En 2008 y 2010, en invierno, en el Broad Peak, fijé la mayor parte de la ruta, hasta el C3, pero nadie habló de mí, ni aparecí en las películas que allí se grabaron, nadie supo más allá de la hazaña de los polacos. Lo mismo ocurrió en 2012, cuando fijé el Couloir de los Japoneses en el G1 invernal, entre el C2 y el C3; después se me congelaron los diez dedos de los pies y tuve que renunciar, justo cuando ellos marcharon para cumbre. ¿Acaso alguien reconoció mi trabajo? Desde luego, esta cara de la gente europea me enfada mucho. No pido más que respeto a la verdad.
¿Y cómo te estás sintiendo ahora en este grupo?
Me siento bien, a gusto. Soy escalador. Tenemos la mente puesta en la montaña, estamos todos concentrados, y creo que podemos conseguirlo.