Lo hemos tenido ahí. Muy cerca. Casi lo podíamos tocar con la punta de los dedos. Pero no, no hemos podido lograr ascender a la cima del Manaslu. Algunos considerarán que, al no lograr el objetivo marcado, hemos fracasado. Pero nada más lejos de la realidad. Nos vamos muy satisfechos con el trabajo realizado. Y no lo digo por quedar bien. Es algo que de verdad siento. Me voy con una gran sonrisa y con la calma de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos y de haber tenido la cabeza fría para tomar las decisiones que nos han hecho regresar con vida.
Esto no es como un partido de fútbol, en el que unos ganan y otros pierden. La única vez que se pierde en el monte es cuando uno no vuelve de arriba. Y este año, desgraciadamente, hemos tenido demasiado de esto. Siento muchísimo que amigos y compañeros no hayan podido volver a casa. Es la cruz de este maravilloso deporte que nos tiene tan enganchados. Un peaje demasiado caro que han tenido que pagar. Descansen todos en paz. El mundo es un lugar más triste sin ellos…
Hemos logrado muchísimas cosas a lo largo de estas inolvidables semanas. En lo deportivo y en lo personal. Hemos logrado ascender hasta los 7.100 metros en pleno invierno y por una vía jamás explorada. Ha sido precioso, pero también duro. Muy duro. En algunas ocasiones admito que hemos empujado un poco más fuerte de lo que debiéramos, pero sé que si volviésemos a estar en la misma situación haríamos exactamente lo mismo. Hemos cargado con muchísimos kilos de material y hemos abierto huella con más de un metro de nieve, cubiertos por el manto blanco hasta casi la cintura. Sabíamos a lo que nos enfrentábamos y, en cierta forma, veníamos a eso. Y si no hubiera sido por esa rimaya que nos encontramos entre el primer y segundo campamento o si la ventana de buen tiempo hubiese durado un día y medio más… Bueno, como se dice vulgarmente, “es lo que hay”. Habrá tiempo de analizar lo que hemos hecho con más calma.
Decía que también ha sido una gran experiencia a nivel personal. Me ha acompañado un grupo fantástico. Sé que mientras estoy concentrado en una expedición puedo ser más complicado de llevar. Me concentro y me sale la máquina que llevo dentro.
Ha sido una gozada volver al monte y al alpinismo de primer nivel con un amigo como Iñaki Álvarez. Él sí que es una máquina. Una persona calmada, que no pierde los nervios nunca, y que siempre está dispuesto a echarte una mano. El tipo de compañero que todas y todos queremos a nuestro lado cuando las cosas se tuercen y de verdad te juegas el tipo. También he aprendido mucho de Simone Moro, un escalador de primerísimo nivel, con el que ya son varias las cordadas que hemos compartido. Nunca voy a olvidar cómo movilizó todo lo que pudo el día del fatal accidente de Sergi Mingote. Fue él quien me avisó de todo y sé que más no pudo hacer. Eskerrik asko a los dos por haberme acompañado en esta maravillosa aventura. Seguro que nos quedan muchas más por compartir.
Quisiera dedicar unas palabras al maravilloso grupo que he tenido a mi lado en el campamento base. No voy a enumerarles de uno en uno, porque necesitaría casi una entrada por cada uno de ellos y cada una de ellas. Eskerrik asko a vosotros y a vosotras también. Vuestro trabajo en el base ha hecho posible que hayamos podido alcanzar los 7.100 metros.
Y, cómo no, eskerrik asko, de corazón, a todos los patrocinadores que han hecho que este niño de 39 años haya podido gozar de esta oportunidad. Lo he hecho de la mejor manera que he sabido, pero en el monte, por mucho que uno se prepare, se está a merced de las circunstancias de cada momento. Ha sido un viaje maravilloso. Una experiencia inolvidable. Eskerrik asko!