Nos encontramos, al fin, en el campamento base del Manaslu. No ha sido nada fácil, la verdad. Tras partir de Bilbao el día de Nochevieja, pisamos tierras nepalíes en Año Nuevo. No sin antes tener que sortear varios trámites burocráticos en el aeropuerto, una cuarentena de cuatro días sin salir del hotel en Katmandú, que se nos hizo larguísima, y pruebas PCR que tuvimos pasar todo el equipo. Para que os hagáis una idea de lo complicado que ha sido todo, mi amigo y compañero de cordada, el italiano Simone Moro, perdió su vuelo en Italia debido a un estricto papeleo al que fue también sometido. Pero ya está. ¡La primera etapa está superada y esta preciosa montaña nos ha acogido con los brazos abiertos!
Una vez superados los trámites que nos indicaron las autoridades locales, tuvimos que reorganizar por enésima vez todas nuestras cargas e itinerario, ya que la cuarentena que nos marcaron trastocó todos nuestros planes. En nuestro hotel de Katmandú realizamos una reunión de urgencia y volvimos a reorganizar todo para que el trekking fuera lo más corto posible. Debido a este cambio hemos tenido que sacrificar una cuestión fundamental en este tipo de expediciones: la aclimatación en altura.
Pusimos en la balanza la duración del trekking y la adaptación a la altura y nos vimos obligados, en cierta medida por la buena climatología anunciada y las ganas de comenzar, a recortar el trayecto. No fue una decisión fácil, ya que aunque sea un alpinista profesional, estoy acompañado de un equipo en el que algunos de los y las integrantes no están acostumbrados a este tipo de aventuras. Pero creo que la decisión ha sido acertada y estoy muy orgulloso de todos ellos y ellas, porque han respondido de maravilla. Eskerrik asko, de verdad, y zorionak!
Otra decisión importante fue la de llevar las cargas hasta Samagaon, el último pueblo antes de llegar al campamento base, en vez de transportarlas en helicóptero directamente hasta allí. Y la razón es muy sencilla: esta región, que en gran medida vive del turismo y de las expediciones, está sufriendo muchísimo debido a la pandemia generada por la COVID-19. Y es que según nos han dicho varias personas, somos unos de los pocos extranjeros que se han visto por la zona en los últimos meses. Nuestra idea era dar trabajo a la gente, que subieran las cargas y el material de Samagaon al campo base, porque personas como yo les debemos muchísimo.
Soy consciente de que esto no es más que un gesto, que no va a solucionar el problema de base, pero creo que si puedes ayudar en algo en esta vida, tienes la obligación moral de hacerlo. Sabía lo que nos íbamos a encontrar antes de venir y ha sido nuestra humilde manera de aportar. Este gesto va por ellos y ellas.
Una vez cargado todo el material en los helicópteros, comenzó nuestro viaje hasta el campamento base. Un largo recorrido en autobús y vehículos 4×4 nos esperaba hasta llegar a Machhakholagaon, la puerta de entrada hacia un trekking que nos iba a llevar aproximadamente una semana. Tras pasar la noche en esta localidad nos echamos la mochila a la espalda y comenzamos a caminar. Un trayecto que nos ha llevado por pueblos como Dohan, Bihim, Philim o Namrung, acumulando más de 3.500 metros de desnivel.
La verdad es que recordaba este trekking muy bien pero no ha dejado de sorprenderme. El tiempo, además, nos ha acompañado y el ambiente ha sido inmejorable. Un recorrido que se lo recomiendo a todo el mundo, con unas vistas espectaculares. Eso sí, una vez más la cruda realidad nos ha hecho ver lo mucho que está sufriendo esta gente. Por poner un ejemplo, Lakpa, del ‘Lodge Thakli’, me contó que desde marzo somos el segundo grupo de occidentales que se dejaba ver por aquí, y eso es devastador para una región que vive de gente como nosotros. Me lo contaba con una sonrisa en la cara, pero no podía ocultar su preocupación. Es curioso ver como esta gente no pierde nunca el buen humor y la alegría. Al menos es lo que parece. La profesión se llevará por dentro, imagino.
Contagiados por su inmejorable actitud ante la vida, proseguimos nuestro camino entre risas y anécdotas. Creo que hemos congeniado muy bien y para mí eso es fundamental. Llegarán días más complicados y conocernos de antemano es muy importante en este sentido. Cada uno aporta lo suyo, y yo disfruto viendo al grupo caminar hacia el gigante que nos espera. Hemos llegado al campamento base y tenemos mucho trabajo que realizar, pero estar aquí, con una situación tan complicada como la actual, es ya todo un premio. Como lo es también ver al grupo sonreír y a los locales alegrarse de vernos.
El Manaslu nos observa desde arriba y no lo perderemos de vista hasta que tengamos que partir de nuevo hacia Bilbao. Esperemos que con la misma sonrisa que traemos desde que comenzó la aventura. Estoy seguro de que sí.