Si la alimentación es importante en cualquier aspecto de la vida, lo es más a casi 5.000 metros de altitud, donde tenemos instalado el campo base. Y, claro, para mi es fundamental contar con la ayuda de un gran cocinero y amigo que me acompaña desde hace 4 expediciones: Eneko Garamendi. Sin él, todo sería mucho más complicado. Os he ido contando varias cuestiones a lo largo de estos días pero creo que el tema de la comida merece una entrada aparte. Sirvan estas líneas como agradecimiento Eneko, un enorme cocinero de altura.
Como os podéis imaginar, no es nada sencillo cocinar en estas circunstancias. Primero porque tenemos que subir muchísima comida para poder alimentar a los que nos encontramos aquí. No es lo mismo tener que preparar comida para 2 personas o para una docena (otro día os contaré quiénes somos los que formamos el equipo). Y, segundo, porque contar con alimentos frescos es tarea imposible y eso complica todo muchísimo.
Como buenos vascos que somos, nos encanta comer (gracias a Supermercados BM, que nos ha proporcionado mucha comida para la expedición) y le damos muchísima importancia a este aspecto. Que se lo pregunten, si no, a mi compañero de cordada y amigo Simone Moro. Cito textualmente las bonitas palabras que le brindó el otro día a Eneko: “de todas las expediciones en las que he estado esta es, sin duda, en la que mejor estoy comiendo, y con muchísima diferencia. Es más, sueño con los platos que preparas”. La verdad es que después de las alubias que se comió, le entiendo. Cualquiera hubiera dicho lo mismo. Estaban espectaculares.
El desayuno -café con tortilla o huevos cocidos y alguna galleta- lo suelen preparar nuestros colegas nepalís Ringi y Raju, los cocineros que trabajan para los Sherpas que nos acompañan. Siempre suelen traer sus propios cocineros porque no suelen comer lo que preparamos nosotros. Normalmente comen dal baht, la típica receta nepalesa. Es verdad que Eneko siempre les ofrece lo nuestro. Lo prueban, dan las gracias de manera muy educada, pero no van más allá. Costumbres de cada uno, supongo. Y a mí me encanta ver toda esta variedad y mezcla de culturas.
Tras el desayuno, a veces hacemos nuestro ‘hamaiketako’ (típico almuerzo de nuestra tierra a eso de las 11 de la mañana) y nos preparamos para la comida. Comemos de todo y muy variado: bacalao, lentejas con codillo, entrecotes (eskerrik asko, ¡Cárnicas Alejandro Goya!), pollo, chorizo (Palacios nos ha ayudado muchísimo), pato, paellas… Como os podréis imaginar, la pasta suele ser el plato estrella, por todo lo que nos aporta. Eneko, además, le echa de todo: desde carne picada hasta verduras en conserva. Hablando de conservas, comemos muchísimo bonito, anchoas o sardinillas, que nos ha proporcionado nuestro patrocinador Isabel.
Como os decía, es imposible contar con comida fresca, se congela enseguida y no queda bien. En este sentido, nos es dificilísimo comer fruta, porque es muy complicado mantenerla como es debido. Pero no podemos pretender comer como en casa, aunque nos acercamos muchísimo desde que Eneko entró a formar parte del equipo. Tras la comida, a media tarde, nos gusta merendar café con galletas y, antes de meternos a la cama, cenamos. Casi siempre sopa, que con un par de vasos nos aporta la mitad del agua diaria que necesitamos.
La carne y el pescado los almacenamos en unos bidones fuera de las tiendas. Allí se mantienen congelados. El resto lo tenemos repartido por la tienda, siempre a buen recaudo. Eneko lo tiene todo controlado (y vigilado). Es más, tiene todo tan calculado que creo que tiene pensado hasta lo que comeremos el día 30 de expedición… pero necesitamos que lo lleve así, a rajatabla. La comida, como os decía, es fundamental en este tipo de aventuras. Eskerrik asko sukaldari!