El tiempo no nos lo está poniendo nada fácil. No para de nevar. Es verdad que estos últimos días nos ha dado una pequeña tregua, pero el cielo vuelve a encapotarse y esperamos más precipitación de aquí a final de mes. No esperábamos tanta nieve, para ser sinceros. En las últimas semanas se han acumulado más de 3 metros y, claro, esto nos imposibilita seguir hacia adelante. Por ahora. Somos optimistas. Yo el primero. Espero que febrero sea un mes mucho más seco.
Estamos prácticamente en el ecuador de la expedición. Llevamos cerca de 40 días y tenemos margen por delante. Lo vamos a intentar hasta el final, pero para eso necesitamos que la nieve se asiente. Medimos constantemente el peligro de avalanchas y hemos incluso llegado a sobrevolar varios puntos en helicóptero para ver la evolución. Como decía, ha caído mucho y varias zonas están bastante peligrosas (en la escala europea, 5/5). Esto es lo que hay en las expediciones invernales. Lo sabíamos de antemano.
Soy optimista por naturaleza y creo que la situación cambiará. Iñaki también es de la misma opinión. Muchas veces las cosas se ven fáciles desde fuera pero cuando llegas aquí la montaña decide por sí misma. Es lo que hay. No podemos luchar contra la naturaleza. Tenemos que entenderla y saber interpretarla. Y, por supuesto, tener paciencia y esperar nuestro momento. Adaptarnos. Estoy seguro que el Manaslu nos abrirá sus puertas y podremos empezar a ascender durante las próximas semanas.
Mientras tanto seguimos en Samagaun, el último pueblo antes de llegar al campo base y que se sitúa a 3.400 metros sobre el nivel del mar. La gente nos ha recibido con los brazos abiertos y cada vez estamos más integrados en la población local. Nos tratan de maravilla. Su hospitalidad emociona. La semana pasada acudimos incluso a un funeral, en la que despidieron a una vecina. El budismo no para de sorprendernos. Es completamente diferente a lo que estamos acostumbrados. Los colores vivos, la música… cada día que pasa aprendemos algo nuevo. Eskerrik asko Samagaun!