Día de reserva
Las nubes se van abriendo poco a poco.
La de hoy ha resultado ser, finalmente, una jornada prácticamente de descanso. El día no ha amanecido, ni de lejos, tan soleado como todos aquí esperábamos, aunque bien es cierto que el cambio ya se está dejando notar.
A pesar de no encontrarse el panorama esperado, a las 9:00 de la mañana el mismo Alex Txikon nos comunicaba vía walkie que ya tenían todo listo para arrancar. El objetivo para hoy, sin embargo, había dejado de ser el C2: “Vamos a acercarnos hasta el corner –punto en el que, tras una travesía en dirección oeste de unos 500 metros (100 de desnivel), comienza el verdadero ascenso a lo largo del corredor–, abriremos huella a través de la travesía y nos volveremos al C1. Creemos que es mejor descansar y guardar fuerzas para mañana, el día viene mucho mejor”.
Y es que cabe interpretar que el parte meteorológico que manejan los cuatro alpinistas viene con una jornada o al menos unas horas de retraso. También la emisora de radio que escuchan los miembros del staff paquistaní aquí en el Campo Base apunta a que el cambio viene mañana y para quedarse durante unos cuantos días (entre tres y cinco), noticia sin duda alentadora.
De modo que, a sabiendas de que las condiciones verdaderamente favorables van a tardar en llegar un poco más de lo previsto, los cuatro escaladores han optado hoy por adelantar algo de trabajo de cara a la jornada de mañana pero regresar enseguida al C1. Han empleado las horas de luz fuera de las tiendas para secar las prendas empapadas desde ayer, comer, hidratarse y, sobre todo, descansar; el sobreesfuerzo de ayer sin duda les ha pasado factura. Hoy hemos sabido –las comunicaciones han sido más extensas– que la profunda nieve no fue la única culpable de que ayer llegaran prácticamente de noche al C1: “Nos perdimos en el glaciar, no veíamos nada, no quedaba ni rastro de la huella y anduvimos haciendo filigranas entre las grietas hasta dar con la cuerda fija”, nos comentaba Txikon.
Así que jornada de descanso bien merecida y, seguro, acertada.
Tras una jornada más complicada de lo previsto, Alex Txikon y sus tres compañeros descansan a estas horas en el C1 (5.050m)
A las 9:30 de la mañana (5:30 en casa) y bajo una intensa aunque seca y ligera nieve, Alex Txikon, Ali ‘Sadpara’, Muhammad Kan y Daniele Nardi abandonaban el CB calzando raquetas y esquís que les ayudarían a abrir huella a través de la inesperada nueva capa de nieve (durante la noche del 7 al 8 de Marzo han caído unos 35-40 centímetros más). Eran alrededor de las 18:30 cuando vía walkie Ali ‘Sadpara’ comunicaba a CB que acababan de alcanzar los 5.050m del C1 tras casi diez horas de esfuerzo sin descanso.
Los cálculos de víspera, basados en el estado de la nieve el día anterior (bastante más estable y consistente que hoy), les habían llevado a pensar que unas seis o siete horas bastarían para culminar esta primera etapa en su segundo intento por hollar la cumbre del Nanga Parbat (8.126m).
Sin embargo, el terreno se ha mostrado bastante más trabajoso de lo previsto, la nieve era más profunda de lo esperado y, además, las dificultades tampoco han cesado una vez alcanzado el C1. Durante casi dos horas más, ya a oscuras, se han empleado a fondo hasta dar con el depósito totalmente enterrado bajo la nieve y poder así montar las tiendas.
La llamada que recibíamos en el CB a las 20:30 venía a confirmar que los cuatro alpinistas se encontraban ya dentro de las tiendas, agotados y acostados.
Mañana, 9 de Marzo, retomarán la escalada a las 9:00 de la mañana. El que va del C1 al C2 (6.100m) es, sin duda, uno de los tramos más delicados de la ascensión, pero el parte meteorológico con el que cuentan augura un día espléndido y soleado que, esperamos, facilitará la labor de los montañeros.
¡Por fin vemos la luz!
Texto: Igone Mariezkurrena (CB Nanga Parbat)
Qué bueno poder comunicar, al fin, que tanto los porteadores como la tan ansiada luz del sol han llegado al Campo Base del Nanga Parbat. No obstante, los escaladores van a dejar pasar al menos un par de días hasta que tanto el cambio de meteo como las condiciones del terreno se estabilicen para iniciar un posible segundo ataque.
La última crónica parecía premonitoria. Escasas horas después de su publicación aparecía a lo lejos la esperada caravana de porteadores cargada con todos los alimentos y carburantes necesarios para mantener este Campo Base en funcionamiento durante al menos quince días más: volvemos a tener vegetales, huevos, harina, azúcar y también carne gracias a que Daniele Nardi ordenó traer una cabra. El animal, por cierto, ha llegado esta vez en forma de costillas, lomos y paletas, por lo que no hemos sido testigos, como ya ocurriera al comienzo de la expedición, de cómo lo degüellan tras colocarlo mirando al Este para después despellejarlo y despiezarlo llenándolo todo de un intenso y caliente olor a sangre. Del mismo modo, volvemos a tener gas para encender la pequeña estufa del comedor, gasolina para alimentar el generador y queroseno para cocinar. Todo ello, así como el sol (importantísimo), ha propiciado, sin duda, un cambio evidente de humor en cada uno de nosotros, y ha traído consigo mayor armonía al seno de esta pequeña familia.
Por lo que a la montaña se refiere, aquí todos coincidimos en que la vemos, innegablemente, demasiado cargada. La nieve se ha acumulado, sobre todo, en la travesía que va del CB al glaciar, y en la pala que une el C1 con el muro Kinshoffer previo al C2. Lo primero tiene fácil remedio, fatigoso pero fácil: se trata de calzarse las raquetas e invertir, por enésima vez, unas seis o siete horas en abrir huella; podría ser el mismo día de partida, o cabe también adelantar el trabajo de víspera.
En cambio, la acumulación entre el C1 y el muro se antoja más espinoso y peligroso, de hecho, nos encontramos ante el mismo panorama que hizo abortar el intento anterior.
Sin embargo, parece que a partir de hoy contaremos con varios días de sol algo más cálidos que los de hasta ahora, lo cuál puede provocar, como de hecho ya lo está haciendo, que las placas rompan y las avalanchas barran las pendientes liberándolas de la espesa nieve caída durante días. Ayer mismo fuimos testigos de como rompía el serac que flanquea el muro Kinshoffer por el oeste. La avalancha, en efecto, barrió parte del corredor que Alex Txikon y sus compañeros equiparon con sus cuerdas. También el fuerte viento que vemos está soplando arriba debería contribuir a limpiar el terreno.
De todas formas, los escaladores han decidido dejar pasar al menos dos días y esperar a que tanto el cambio de meteo como las condiciones del terreno se estabilicen para iniciar un segundo ataque. El día de partida podría ser el próximo domingo 8 de Marzo cuando parece ser que se abrirá una ventana que podría durar unos cinco días, para intentar cumbre el 12 de Marzo. Se trata, no obstante, de planes todavía muy provisionales que se irán dilucidando y definiendo durante las próximas horas.
De momento, seguimos matando el tiempo a base de horas de lectura, parchís, música y conversación; y sobre todo seguimos disfrutando de este majestuoso paraje que, de vez en cuando, nos brinda escenas más grandiosas si cabe, como cuando ayer una impresionante avalancha cayó desde los Macenos y su honda expansiva alcanzó y sacudió levemente nuestro Campo Base recordándonos, por un momento, la insoportable vulnerabilidad de nuestro ser.
Un martes cualquiera en el CB
Hace ya días que la nieve nos mantiene atrapados en este Campo Base, sin poder tirar para arriba, pero tampoco para abajo. Al Norte, la montaña ha cerrado sus puertas de momento; y desde el Sur no esperamos poder recibir víveres ni carburante hasta que las condiciones lo permitan, el camino se ha vuelto infranqueable para los porteadores paquistaníes que marchan sin ropa ni calzado adecuado.
Han pasado tres semanas desde que vimos el sol por última vez, y al metro y medio acumulado a lo largo de la semana pasada se le ha sumado, estos dos últimos días, otra capa blanca de unos 40 centímetros. Sin embargo, al menos hasta el momento, ni siquiera hemos barajado la idea de renunciar; a pesar de la marcha de los iraníes, aquí no flaquean los ánimos y vemos pasar los días convencidos de que la ventana llegará, el trabajo realizado hasta ahora bien merece un esfuerzo más.
De todas formas, el verdadero reto lo tenemos ahora mismo en el Campo Base: como decíamos, no esperamos la llegada de los porteadores hasta que la nieve remita, y llevamos ya varios días sin harina, huevos ni azúcar, con pocas variantes más allá de un plato de arroz para comer y otro para cenar. El queroseno de la cocina está en las últimas, Muhzin dice que tiene como para un par de días. Por otro lado, el gas que empleábamos para caldear un poco la tienda comedor por las tardes-noches se ha agotado y non nos queda otra que ir tirando de los EPIgas. Lo mismo ocurrirá en breve con la gasolina necesaria para poner en marcha el generador, de modo que, además de pasar un poco de frío, toca racionar todo al máximo. Está siendo algo parecido a una pequeña aventura de supervivencia que no tardaremos en recordar entre risas.
Es posible que muchos os preguntáis como es la vida en un Campo Base en estas condiciones. Pues bien: nos levantamos todos los días hacia las 8:30-9:00 de la mañana. Tras la visita obligada a eso que aquí llamamos “open area toilet”, dirigimos nuestros pasos todavía adormilados hacia la cocina, donde Muhzin, genio donde los haya, tiene siempre el desayuno en marcha. Cuando aún contábamos con huevos, harina y azúcar, el tío era capaz de convertir una olla en horno con un poco de papel de aluminio, y regalarnos, desde por la mañana, riquísimos bizcochos calientes. ¡Genial! Ahora, sin embargo, las comidas son algo más ‘pobres’. De la cocina pasamos a la tienda comedor, donde llenamos una taza con agua caliente del termo, y cada uno escoge los polvos a su gusto: leche en polvo, café, té, Tang sabor naranja… Y después, hasta que llega el segundo acontecimiento importante del día –la comida–, conviene buscar algún entretenimiento, el que sea, y creednos, cualquiera vale: tirar de la pala para limpiar la nieve acumulada sobre y alrededor de las tiendas –esto es más una obligación si no queremos que revienten y nos coma la nieve–; escuchar música; ver alguna película (ahora esto lo hemos restringido para poder ahorrar las baterías de los ordenadores); mirarse en el espejo durante un rato, y asustarse; coser los agujeros que van apareciendo en los calcetines, en los sacos de dormir y en las prendas de plumas; jugar a las cartas, solos o en compañía; entrar a la cocina a por picoteo y contentarse con la segunda dosis de leche, café, té o Tang del día; un poco de conversación; alguna foto alocada; cambiar de música; preguntar al cocinero qué tendremos para comer; ver cómo queman una cabeza de cabra para después cocer los sesos; de vez en cuando lavar ropa interior, muy de vez en cuando; intentar algo parecido a una ducha con toallitas húmedas; lavarse los dientes; mirar hacia el Norte y tratar de imaginar la silueta del Nanga bajo las nubes; mirar hacia el Sur y soñar con que el buen tiempo llegará; deambular a lo largo de estos escasos 50 metros cuadrados y… hacia las 13:30-14:00, al ver que el arroz está de camino, juntarse alrededor de la mesa. Un poco de sobremesa, y a la siesta, sin duda el mejor postre. Lo cierto es que los días se antojan monótonos cuando el sol no da juego y cuando todos los recursos escasean, pero el humor no nos abandona conocedores de que se trata de una situación pasajera.
Nos reunimos de nuevo en el comedor a las 18:00-18:30 de la tarde, para cenar y conversar: bromear con que el tiempo cambiará resulta siempre socorrido al principio, pero luego los temas toman senderos insospechados y van saltando de un lado a otro sin coherencia ni hilo conductor alguno: la boda de Daniele Nardi a la vuelta de esta expedición es muy comentada; también la situación política de Pakistán; que si el cocinero se ha quemado la mano; que a un agente se le están congelando los dedos; que si hemos visto al ayudante de cocina empeñado en leer el periódico en castellano que trajimos del avión en Enero; cómo ha cambiado el alpinismo; qué difícil se ha vuelto conseguir patrocinios para cualquier expedición; cómo está evolucionando el material técnico; las marcas… y cuando las ideas se agotan y no dan más de sí, si es que el generador sigue en marcha, encendemos el ordenador e imaginamos que estamos en el cine, todos juntos, viendo la misma peli.
A eso de las 21:00 despedida, “buenas noches” y retirada. Cada cuál toma su senda hacia su tienda, y metidos en nuestros sacos de dormir, damos por terminada la jornada.
Desde luego, el día en que divisemos a los porteadores acercarse desde lo lejos, o cuando las predicciones meteorológicas nos de una buena noticia, improvisaremos, aunque solo sea por una noche, una de esas veladas festivas que acostumbrábamos a celebrar cuando la austeridad absoluta todavía no se había instalado entre nosotros. Los locales harán música a partir de bidones vacíos y se pondrán a bailar al son de canciones baltíes que acompañaremos con palmas; también nosotros cantaremos las nuestras.
De vuelta en el Campo Base
Tal y como adelantábamos a través de las redes sociales de Alex Txikon, los escaladores han regresado al Campo Base este mediodía. Aquí esperarán hasta que las condiciones mejoren y puedan lanzar otro ataque. Los iraníes, por su parte, han decidido renunciar definitivamente y volver a casa.
A las 8:00 de la mañana comenzaba la jornada para ellos. Han abandonado el C1 (5.050m) con la vista puesta en el C2 (6.100m), pero al llegar a los 5.300ms de altura han decidido parar y emprender el descenso: “La misma pala previa al muro Kinshoffer que habíamos equipado y escalado totalmente helada, aparecía hoy nevadísima, nos cubría hasta la cintura”, comunicaba Txikon a través del walkie. Lo cierto es que no daban por imposible poder llegar al C2, pero lo hubieran hecho dejándose el resto y probablemente hubieran llegado demasiado tarde como para comenzar a buscar y desenterrar la tienda que tienen establecida allí.
Aparte de las dificultades, también el riesgo de avalanchas los ha hecho volver. “Ayer, de camino, fuimos testigos de varias avalanchas y otras tantas señales de avalanchas previas; la verdad es que hoy tampoco hemos encontrado el terreno del todo seguro”.
Por lo tanto, los escaladores se encuentran ya en el CB donde esperarán a que las condiciones del terreno mejoren y la meteo les regale otra oportunidad.
La principal novedad es que los tres escaladores iraníes que acompañaban a Txikon han decidido esta misma tarde dar por terminada la expedición y volver a casa: “Consideramos que la montaña está demasiado cargada de nieve, el terreno está peligroso y, además, desde nuestro país nos informan que el tiempo no va a cambiar sustancialmente; de modo que, al menos nosotros, lo vemos imposible esta vez”, aclaraban.
Ya están en el C1
Tras ocho horas de ascenso y otras tres horas paleando para recuperar las tiendas enterradas bajo la nieve, Alex Txikon y el resto de compañeros descansan a estas horas dentro de sus sacos de dormir.
Han abandonado el CB a las 6:00 de la mañana y han alcanzado los 5.050m del C1 a eso de las 14:00 de la tarde. Según han comunicado por radio, han sido horas durísimas debido a la nieve caída estos días atrás: “Ha habido tramos en los que nos cubría hasta la cintura”.
También aseguran haber sido testigos de alguna que otra avalancha (y también señales que atestiguan avalanchas anteriores) en los alrededores del camino recorrido.
Una vez alcanzado el C1, ha comenzado la segunda parte del trabajo: dar con las palas allí depositadas y desenterrar las dos tiendas que habían montado durante la última rotación. Han sido necesarias “tres horas de ‘paleo’”, afirmaba Txikon al otro lado del walky.
Por otro lado, Muhammad Kan ha descendido unos 150metros y se ha acercado hasta el que era el C1 de Danile Nardi para hacerse con una tercera tienda que ha subido también al actual C1.
Mañana partirán hacia el C2.
Alex Txikon y el resto de compañeros de cordada partirán mañana hacia el C1, con la intención de hollar la cumbre del Nanga Parbat (8.126m) el próximo martes o miércoles (3 o 4 de Marzo)
El tiempo se mantendrá aún revuelto mañana: nieve, nubes y viento medianamente fuerte. Las condiciones se han vuelto francamente duras sobre todo debido a las nevadas de estos tres últimos días (la capa ha llegado al metro y medio), pero el equipo no considera que esto vaya a impedir que mañana puedan alcanzar el C1 y completar así la primera etapa en su camino hacia la cima. Según las previsiones meteorológicas, la situación va a ser muy parecida también durante los próximos días, excepto el viento, que perderá fuerza de manera considerable lo cual, definitivamente, ha animado a los alpinistas a partir: para el martes y miércoles se esperan vientos débiles de 20km/h (o menos), y temperaturas que rondarán los –35/–40ºC.
El campo base ha amanecido hoy totalmente cubierto por la nieve (la capa alcanza ya el metro y medio), y ha sido necesario palear desde primera hora para poder salir de las tiendas. A medio día, cuando el viento ha dado tregua, Alex Txikon, Muhammad Kan, Iraj Maani y Ali ‘Sadpara’ han decidido adelantar algo de trabajo y se han dirigido, abriendo huella, hasta la morrena. El duro paseo les ha servido, sobre todo, para recabar información de cara a la jornada de mañana. Han visto que la nieve profunda se acumula sobre todo al principio, en el tramo que va desde el campo base hasta el glaciar, pero estiman que necesitarán al menos 10 horas para llegar al C1.
Partirán todos juntos a las 6:00 dela mañana –el propio Alex Txikon, Ali ‘Sadpara’, Muhammad Kan, Mahmood Hashemi, Iraj Maani, Reza Bahadorani y Daniele Nardi–, de manera que calculan poder alcanzar los 5.050m del C1 hacia las 15:00-‐ 16:00 de la tarde. Allí les espera una ardua tarea: recuperar las dos tiendas totalmente enterradas bajo la nieve.
La intención para pasado mañana (28 de Febrero) es llegar al C2 (6.100m) tras superar el muro Kinshoffer. Conviene recordar que Txikon, ‘Sadpara’ y Nardi cuentan allí con una tienda ya montada en la que pasaron dos noches durante la última rotación (esperan encontrarla donde la dejaron, a pesar de los fuertes vientos y las nevadas de estos días atrás). Sin embargo, el trío iraní, aun habiendo llegado a tal cota, no montó ninguna tienda ni pasó ninguna noche a esa altura, con lo cual tienen ante sí un reto algo mayor.
Y de esta manera, día a día, pretenden ir avanzando de un campo a otro. Para el 1 de Marzo esperan alcanzar el C3 a 6.700m, donde Txikon, ‘Sadpara’ y Nardi cuentan con un depósito; al día siguiente C4 (tramo éste todavía sin equipar)… y parece que entre el martes y el miércoles se darán las mejores condiciones para lanzar el ataque a cumbre.
Ali ‘Sadpara’: “Mi labor es siempre invisible”
Texto: Igone Mariezkurrena (CB Nanga Parbat)
Muhammad Ali ‘Sadpara’ (Sadpara, 1977) es el escalador más fuerte con el que cuenta actualmente Pakistán. A falta del K2, ha subido, entre otros, a lo más alto de cuatro de los cinco ochomiles del país (Broad Peak, Nanga Parbat, G1 y G2) y ha protagonizado otras muchas escaladas que bien merecen ser reconocidas: en 2006 llegó en solitario a la cima del Spantik (7.027m) tras abrir una nueva vía; en invierno de 2008 y 2010 equipó para los polacos la ruta del Broad Peak hasta su C3; y en 2012 hizo lo suyo entre los campos 2 y 3 del G1 invernal: fijó el Couloir de los Japoneses.
Natural de Sadpara, pueblo al que debe su sobrenombre, hasta 2000 se ganó la vida viajando a Baluchistán para extraer mármol que después vendía en Carachi. En 1999 un amigo le habló por primera vez de “unas montañas enormes y nevadas” que desconocía a pesar de su cercanía pero que quiso contemplar con sus propios ojos atraído por la belleza que prometían. Así comenzó a portear a los campos base, hasta que en 2004 pasó a escalar como porteador de altura para una expedición coreana en el K2. Desde entonces, lleva a sus espaldas dieciocho expediciones, cuatro de ellas invernales, y una visión algo diferente de la de sus clientes. Hombre amable, curtido donde los haya y de quien sorprende conocer su edad, afirma observar preocupado cómo los sherpas acaparan el 80% del negocio en Pakistán, y acusa a su Club Alpino de indiferencia e inmovilismo.
Alex Txikon se refiere a ti como el verdadero líder de esta expedición, puesto que conoces mejor que bien esta montaña: es la cuarta vez que escalas en ella, y la has coronado en dos ocasiones. ¿Cuáles son las características propias del Nanga Parbat en comparación a otros ‘ochomiles’?
Más allá del hecho de ser conocida como la ‘Montaña Asesina’ por la cantidad de vidas que se ha cobrado, creo que la diferencia es considerable, y reside en que el nivel de exigencia técnica es más constante y prolongado en el Nanga que en otras montañas de más de ocho mil metros. Aquí, a partir del C1, hasta el C2 y el C3, el terreno es inclinado y muy complicado; hielo vivo, roca, terreno mixto, algunas piedras que caen sobre todo en verano… esta montaña no da tregua, uno no puede permitirse bajar la guardia. Otros retos como el K2 o el G1 también implican mucha destreza técnica, por supuesto, pero las dificultades se concentran en tramos concretos bien identificados.
Este es tu primer intento invernal aquí. ¿Cómo o en qué cambia la montaña de una estación a otra?
Es como pasar del día a la noche. Es cierto que algunos peligros como el desprendimiento de rocas o grandes aludes desaparecen porque ahora todo está más sellado por las bajas temperaturas, a pesar de que día a día somos testigos de cómo otras rutas, o los Macenos por ejemplo, no dejan de escupir nieve. Sin embargo, en invierno el Nanga está más helado que nevado, y ello nos lleva a equipar todo, metro a metro, desde el C1 hasta el C3, quizás también algo desde el C3 al C4; calculamos que en total serán unos 3.500 metros de cuerda que, por supuesto, hay que ir cargando a lo largo de los diferentes campos. En verano puedes ascender algunos largos sin fijar, los mismos que ahora, a pesar de no ser muy empinados, resultarían fatales en caso de resbalar en el hielo. Esto unido al frío constante, al viento y a la inestabilidad meteorológica, hace que las horas de escalada en invierno sean menos amables y la vida en el campo base menos confortable.
Eres un hombre experimentado en expediciones invernales. ¿Cuáles son las claves para el éxito en la época más fría del año?
No cambian tanto las claves sino el nivel de meticulosidad respecto a ellas. En invierno como en verano o primavera, es importantísimo no precipitarse y tomarse el tiempo necesario para aclimatar correctamente, también es necesario trazar una buena estrategia, ser cuidadoso a cada paso o movimiento, y acertar con los días, por supuesto. La gran diferencia consiste en que, en invierno, el mínimo error te puede llevar a pagar el precio más caro, por eso el nivel de alerta debe ser constantemente mayor.
De acuerdo a las características del grupo que conformáis y las condiciones que os habéis encontrado arriba, ¿Cuál crees que será el aspecto más complicado?
Los comienzos han sido quizás un poco caóticos hasta que los iranís –Mahmood Hashemi, Iraj Maani y Reza Bahadorani–, el italiano –Daniele Nardi–, Alex Txikon y nosotros mismos –Ali ‘Sadpara’ y Muhammad Kan– nos hemos fusionado como grupo y hemos establecido un calendario de trabajo siempre dependiente del tiempo. Ahora bien, es cierto que para la próxima incursión, de cara al ataque a cumbre, no todos partimos en igualdad de condiciones: Daniele, Alex y yo pasamos dos noches en el C2 (6.100m) y una en el C3 (6.700m). Los iranís tan solo han llegado al C2. De todas formas, inshala –si Dios quiere–, la expedición será exitosa y llegaremos a la cima.
Tú escalas a cambio de dinero, es tu trabajo claro; pero la montaña es, sobre todo, tu pasión, ¿verdad?
Sí, lo cierto es que siempre me he sentido feliz en estas montañas, desde aquella primera vez en que supe de su existencia y trabajé como porteador sentí el deseo de escalarlas. Ahora mismo podría hacer dinero algo más fácil en Sadpara –pueblo natal– o en Skardu –principal núcleo de su área–, o incluso en Islamabad, pero yo me siento feliz aquí.
Supongo que también habrá aspectos de esto que no te gusten…
Creo que son mis familiares, mi madre, mi mujer los que le ven más pegas a esto –sonríe–… Para mí es maravilloso poder estar ahora aquí, rodeado de rocas inmensas, nieve y hielo. Por eso muchas veces me enfada la actitud de algunos compañeros, muchos, que muestran pereza ante el trabajo, falta de motivación y compromiso, solo ganas de que la expedición de turno termine para cobrar y volver a casa, a sentarse… Creo que nos deja en muy mal lugar al resto de los escaladores y porteadores de altura paquistaníes, por su puesto cierra las puertas a las generaciones jóvenes y hace que los himalayistas y amantes de la montaña que nos visitan se lleven una mala imagen de Pakistán y de los del norte en particular, como gente no válida para el trabajo que de nosotros se espera.
¿Crees que ello explica por qué cada vez más sherpas trabajan en Pakistán?
Claro. Yo he visto a los sherpas trabajar; fijar hasta el C1, hasta el 2, hasta el 3… subir cuerdas, comida, ayudar a los clientes, comprometerse con ellos… Aunque no todos, la mayoría son hombres fuertes que no quieren ni pueden estar sentados en el Campo Base. Les gusta escalar, nunca les duele nada, y por eso se están llevando el 80% del negocio en Pakistán, pronto será el 100%. Al mismo tiempo, muchos compañeros míos se limitan a estar sentados en casa, comiendo arroz blanco, esperando durante un año entero y viendo cómo nadie les requiere, sin darse cuenta de que es su propia actitud la que aleja clientes potenciales.
¿Qué consecuencias conlleva todo esto?
En las áreas del norte, el 50% de la economía depende de las expediciones y los grupos de trekking, así que el daño es tremendo. Gracias al dinero que yo gano, por ejemplo, mi familia tiene comida y un hogar, mis cuatro hijos pueden estudiar, y también contamos con una parcela de tierra que podemos labrar para obtener vegetales que vendemos cuando no me llega ninguna oferta de trabajo. Pero todo se desmoronaría si nadie contratara mis servicios, que es precisamente lo que está ocurriendo en el seno de muchas familias.
¿Quién o qué puede hacer cambiar esta situación?
Creo que el principal responsable es el Club Alpino de Pakistán, que no muestra interés alguno por sus escaladores, ni por mejorar sus habilidades y sus condiciones de trabajo. ¡El Club Alpino de Pakistán no conoce a sus ochomilistas! He alcanzado la cima del Nanga Parbat en dos ocasiones, el Broad Peak, G1, G2… pero el presidente de nuestro Club no sabe quién es Ali ‘Sadpara’. Yo he aprendido a escalar trabajando, porteando en altura. El año pasado pude recibir un pequeño curso de apenas tres días en Skardu, pero soy consciente de que el 100% de lo que sé hacer en la montaña lo he aprendido por mi cuenta, el Club jamás ha aportado nada al respecto. Sin ir más lejos, el año pasado dos amigos, buenos escaladores, fuertes, tuvieron que marchar a Nepal para poder formarse un poco más. De manera que la mayoría de los locales que trabajan aquí en Pakistán son hombres que saben poco o nada de alpinismo y de escalar, no son escaladores. A pesar de tenerlas tan cerca, tampoco yo sabía que estas montañas existían hasta que empecé como porteador; en Pakistán ni las radios ni la prensa informa de nada de esto, son lugares y actividades desconocidas para la mayoría. ¡Cómo vamos a pretender que las expediciones que vienen del extranjero inviertan el dinero en nosotros! Incluso los que vivimos esto con pasión y llevamos una camino importante recorrido nos vemos afectados por la mala reputación de la que te hablaba.
A lo largo de quince años has trabajado para infinidad de clientes de diferentes nacionalidades. Habitualmente, ¿cuál es el trato?
En cuanto al trato personal, diría que he vivido de todo: hay quien te trata de igual a igual, los menos; y hay quien te ignora en la montaña por el mero hecho de ser paquistaní a pesar de contar con mucha más experiencia, y además marca las distancias en el campo base, los más, el 99%. Sin embargo, en lo referente a la consideración por el trabajo realizado o incluso a su transcendencia mediática, por desgracia, la invisibilidad total y absoluta domina en el 100% de los casos; mi labor es siempre invisible. En 2008 y 2010, en invierno, en el Broad Peak, fijé la mayor parte de la ruta, hasta el C3, pero nadie habló de mí, ni aparecí en las películas que allí se grabaron, nadie supo más allá de la hazaña de los polacos. Lo mismo ocurrió en 2012, cuando fijé el Couloir de los Japoneses en el G1 invernal, entre el C2 y el C3; después se me congelaron los diez dedos de los pies y tuve que renunciar, justo cuando ellos marcharon para cumbre. ¿Acaso alguien reconoció mi trabajo? Desde luego, esta cara de la gente europea me enfada mucho. No pido más que respeto a la verdad.
¿Y cómo te estás sintiendo ahora en este grupo?
Me siento bien, a gusto. Soy escalador. Tenemos la mente puesta en la montaña, estamos todos concentrados, y creo que podemos conseguirlo.
Los héroes del Campo Base
Ahora que el mal tiempo y la nieve nos retienen en el Campo Base, queremos aprovechar para presentaros a los responsables de que nuestra estancia aquí sea notoriamente más fácil y agradable, los que, a pesar de estar a 12.000 kilómetros y nueve horas de avión de casa, nos transmiten el calor de una familia: Hassan asistente de cocina y guía, y nuestro cocinero Muhzin. Serviciales como pocos y dispuestos a prestarnos su ayuda en cualquier momento y hora, nuestra comodidad es su deber. Aunque en este frigorífico continuo semejante tarea sea más que complicada, lo cierto es que lo están consiguiendo, nos quitamos el sombrero ante su buen hacer. A menudo pensamos que lo de estos héroes del Campo Base tiene mucho más mérito que subir al C3. Por cierto, parece que tampoco ellos tienen quejas hacia nosotros –¡Cómo nos iban a decir lo contrario!–, afirman que somos más llevaderos que los coreanos y los chinos… no está mal.
Hassan
Hassan tiene 22 años y vive con su esposa Maryam de 16 años en Shigar Tissart (distrito Skardu). En estos pueblos es habitual que las niñas se casen a la edad de 13-14-15 años y tengan a su primer hijo a los pocos meses. Hassan y Maryam llevan un año casados y tienen dos gemelos de 5 meses. El de Hassan es un caso bastarte particular, pocas veces hemos tenido en el staff a un universitario. Es licenciado en ciencias económicas (Gilgit International University) y ahora, en Marzo, va a seguir con su máster en Filología Inglesa. Según nos cuenta, empezó a trabajar con grupos de trekking y expediciones en 2004 (¡Cuando solo contaba con 12 años!), siempre como asistente de cocina, y todo el dinero que ha ganado durante este tiempo lo ha destinado a pagar sus estudios. La agencia le paga unas 1.200 rupias por día (10,25€), pero esta es su primera experiencia invernal y sabe que cobrará algo más. Asiste a Muhzin (cocinero) sin descanso: friega las sartenes, pucheros y cubiertos, se encarga de que el bidón de nieve para derretir esté siempre lleno, sirve en la tienda-comedor, después lo recoge todo… habrá perdido ya cerca de siete kilos de peso, es bastante poquita cosa, pero un máquina. Aunque el frío y las escasas horas de sueño se le hacen durillas, dice estar contento: “Eso sí, lavar los platos con agua helada es fatal. Tengo las manos hinchadas, sucias, me va a dar vergüenza volver así a la universidad”, confiesa.
Muhzin
Nuestro cocinero, Muhzin, tiene 39 años y él también reside en Shigar con su esposa Salam, doce años más joven que él; “en Shigar Gulapor” –detalla–. Tienen un hijo de nueve años, pero siempre recuerda que tuvieron y perdieron otro dos que enfermaron y murieron nueve meses más tarde de nacer. Era jovencísimo cuando se estrenó en esto de la cocina, tuvo como profesor a Mr. Gulam Heather en Khapulu, pero enseguida buscó suerte en diferentes hoteles y restaurantes de Islamabad y Lahore. Más tarde, en 2000, comenzó a dedicarse a los fogones de altura. Desde entonces, asegura haber trabajado para más de 100 grupos de trekking y expediciones, ganando unas 1.000 rupias (8,55€) por día en verano y primavera, y unas 1.500 rupias (12,80€) en invierno. Pese a las difíciles condiciones, lo vemos actuar con soltura y resolución, no en vano, esta es su tercera vez en invierno: “Me gusta mi trabajo, pero es duro encontrarse todo congelado día tras día; verduras, huevos, carne… todo”. Qué merito, y qué cantidad de imaginación; es increíble lo rico y variado que puede llegar a cocinar con tan pocos recursos y tan penosas condiciones. Hablando de planes de futuro, dice querer reunir algo más de dinero y comprarse un tractor para poder trabajar su tierra y vivir de lo que esta le dé. Sin embargo, a corto plazo, solo sueña con el día en que regrese a casa de vuelta de esta expedición y pueda “dormir durante días y recibir masajes” de su mujer. “Aquí algunos días nos acostamos a las 00:00 y nos volvemos a levantar a las 03:00 si coincide que los escaladores se dirigen de nuevo a la montaña”. También espera poder llevar algún día a su familia a la ciudad de Mashhad (provincia de Khorasan en Iran), destino de peregrinación más asequible que La Meca para los pakistaníes.
Cronología-resumen del trabajo realizado hasta hoy
Llegamos al campo base del Nanga Parbat el día 25 de Enero. Desde entonces, siempre a merced de los caprichos meteorológicos, hemos realizado dos rotaciones en la montaña, tras las cuales, además de equipar la ruta hasta los 6.700 metros de altura, hemos depositado material y comida en los diferentes campos establecidos de cara a próximas incursiones.
Podría afirmarse que gran parte del trabajo y lo más técnico está ya listo; no en vano, se trata de la cota más alta jamás alcanzada en el Nanga invernal y por la ruta Kinshofer, lo cual nos llena de satisfacción.
Ahora nos espera una semana completa de mal tiempo que emplearemos para descansar, reflexionar sobre lo escalado hasta ahora y plafinificar los pasos a dar.
Esta es la cronología-resumen del trabajo realizado hasta hoy.
25 de enero
Llegada al campo base (4.300m).
28 de enero
Primera salida hacia el C1, sin carga, abriendo huella hasta el glaciar. Llegada de los iraníes al campo base.
30 de enero
De nuevo hacia el C1, cruzamos la morrena y el glaciar hasta los 4.850 metros. Depositamos allí 600 metros de cuerda y una tienda.
31 de enero
Recogimos lo depositado la víspera y lo subimos hasta los 5.050 metros donde fijamos el C1. Vuelta al campo base (4.300m).
4 de febrero
Desde el campo base directamente hacia el C2. Avanzamos a través de nieve muy profunda y fijamos 400 metros de cuerda hasta los 5.450 metros de altura. Vuelta al C1 (5.050m).
5 de febrero
Partimos desde el C1 con intención de llegar al C2. Conseguimos fijar hasta los 5.800 y volvimos al C1 (5.050m) a dormir.
6 de febrero
Saliendo del C1, logramos avanzar 100 metros más que la víspera en hielo vivo (5.900m). Depositamos dos tiendas, 1.300 metros de cuerda y comida 150 metros por debajo del C2. Vuelta al campo base.
Fin de la primera rotación.
9 de febrero
Salida desde el campo base para pernoctar en el C1 (5.050m). El italiano Daniele Nardi se une a nuestro grupo.
10 de febrero
Partimos del C1, superamos el muro Kinshofer (250m) y, por primera vez, alcanzamos los 6.100 metros donde establecimos el C2. Cuatro horas de trabajo solo para dar forma a la plataforma donde fijar la tienda. Primera noche en el C2.
11 de febrero
Partimos del C2 y fijamos unos 500 metros más de cuerda hasta los 6.500. Terreno mixto al principio y hielo vivo después. Vuelta al C2 (6.100m), segunda noche por encima de los 6.000.
12 de febrero
Otra vez desde el C2, escalamos hasta, esta vez sí, alcanzar los 6.700, nuestro C3, la cota más alta jamás alcanzada en el Nanga invernal y por la ruta Kinshofer. Noche en el C3.
13 de febrero
La fatiga acumulada y la falta de aclimatación hicieron que los vientos que soplaban arriba no fueran soportables. Vuelta, de golpe, al campo base.
Fin de la segunda rotación.
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