Tras dos días de descanso en el Campo Base, hay cambios en la parrilla de salida. Aún asimilando lo vivido allí arriba, es demasiado pronto para tomar conclusiones y menos aún para tomar decisiones.

Creo que no nos debemos de precipitar; acabamos de empezar; nos toca pensar con la cabeza fría, e intentar atinar con los partes meteorológicos. Que subir por las paredes, estará muy bien para ustedes, pero yo lo que pretendo es pararme un momento, para poder coger aliento.

Creo que la gente tiene una opinión equivocada hacia nosotros, de superhombres, de alocados, incontrolados, insensibles; de hombres de hierro (en mi caso de cemento) o quizás de no tener miedo a la muerte. Alguno incluso pensará que somos inmaduros.

Pero no es así. Sentimos, padecemos, sufrimos y no nos queremos marchar de aquí; pero asumimos el compromiso y el riesgo de nuestros actos, a veces, con más valentía, y en otras, con más acierto.

Me siento con mucha fuerza, con ganas de enfrentarme al Chomolugma, junto con mis amigos y equipo, que por cierto está funcionando a la perfección. He de agradecer a todos ellos uno por uno su trabajo, impecable, y dedicación.

Alex Txikon no es nadie, pero gracias a todos ellos aún seguimos soñando con poder subir allí arriba y allí abajo ya que sin ellos no estaríamos donde estamos, en la nada, en el silencio, en la más absoluta soledad.

Cada una de las veces que he pasado por debajo de cada uno de esos seraks desplomados, (esculpidos como obras de arte, tan hermosos, preciosos de verdad, espectaculares, pero a su vez tan peligrosos), mi garganta se estrecha.

A veces se hace incluso hasta un nudo en la garganta; se reseca la garganta; mi corazón se acelera, no porque acelero mi ritmo de escalada para estar menos tiempo debajo de estas obras de arte, sino por el miedo que siento.

Cada vez que he tenido que pasar debajo de cada serak, antes me he parado; respiras hondo, asumes el riesgo, pero siempre pides permiso a cada uno de ellos para que no se desquebraje, y acabes sepultado bajo cientos de bloques de hielo, ni tú ni ninguno de mis amigos y compañeros.

Es el mismo miedo que he sentido estos días atrás e incluso hasta ayer mismo, de no congelarme como aquella gélida mañana del día 23 por encima de los 7.500metros.

He de sincerarme y contaros que no ha sido hasta ayer mismo, es decir más de 24 horas después de haber bajado, que no he tenido la valentía de quitarme los calcetines: por cobardía. Sí, por miedo a no verme los pies, pensando que pueden estar congelados. Ahora, apenas me duelen, pero el dolor ha sido tan intenso que he temido que todo acabe aquí.

Por tanto, no existen los superhombres, ni las super mujeres. Yo, al menos, no soy uno de ellos. Mirar que miedoso que soy, y no será ni la primera ni la última vez que me dará miedo quitarme los calcetines; puesto que yo no soy un superhéroe.